miércoles, 11 de diciembre de 2013

Hey,

no deberías llorar
tu mirada perdida
en la mujer desnuda
retando los minutos frente al espejo
llena de sí y de él
su cuerpo adorado
más allá de lo posible
sus ojos como dos planetas
hechos de electricidad y relámpago
su mano sembrada en el cenit del cielo
el pecho auscultado
tras la curiosidad del estruendo del corazón
el vestido listo para ser serpiente bajo su tierra
su corazón remojado en su magia
los semáforos en rojo hablando contigo
ciñéndote,
mujer
porque creyendo haberlo dado y recibido todo
otra vez, mejor dicho
por primera vez
hay alguien respondiéndote del otro lado
de tu propio paraíso.

Y eso te aterra.

No deberías llorar,
un milagro debe tomarse
con la ternura de los girasoles
antes que desear pelear
aquellos demonios invisibles
rompiendo tus medias.

No deberías llorar,
o mejor dicho
llora todo, niña:
nadie nunca dijo
que latir la vida y agradecer la fuente
fueran pecados capitales.

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