sábado, 14 de diciembre de 2013

Al final del día, oh, pero al final del día
no importan los ecos
los surcos los rostros
los trucos
esta herida de cuchara hirviendo sobre mi mano
las palabras magras de la fecundidad
a mis treinta y uno
los autos dando brinquitos de egoísmo
por el asfalto.

Me amo. 

Como la de los diecisiete vomitaría tal amor. 

Me acaricio.

Como la de los veintitrés habría querido aprender. 

Y acaricio las matemáticas de la concordia
su vestido
su ráfaga húmeda como mi herida luminosa. 

No tengo una libreta exenta de errores
y por eso me dedico a construir una vitrina
para los próximos ejemplares

soy la mejor novelista
a nadie más se le habría ocurrido engendrar
los claroscuros de mis páginas. 

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