viernes, 27 de diciembre de 2013

Cállate, mujer, los pétalos entreverados
como una ola de sal desde su costilla.
Calla la euforia, escóndela en los pliegues de tus labios.
Calla media hora luz
y luego grita.

Hombre sí, pero milagro.
Hombre sí, pero con la puerta abierta.

Te criba en silencio y con las flores del mundo.
Te hace llorar y te vuelve un charco
por donde se agitan las plumas de los quetzales.

Eres su reina y te vuelves la heroína
que al final corre a sus brazos, demasiado llena de palabras
porque quiso volver haiku su sentimiento
y sólamente consigue escribir un tratado
sobre el latido, el orgasmo y las formas

sus formas.
Saben a sal, a hombre fuerte.
Saben a azúcar, a un niño que te abraza
y te hace sentir la protectora del universo.

Es grande
siempre lo supiste
lo evitabas por miedo precisamente a esto

entregarse como lo hacen las diosas
escribirlo como lo hacen las adolescentes
extrañarlo como lo hace una niña con su globo tornasolado
ser la loca que no obstante la anhedonia
se elevó para ser mujer

su mujer.

Cállate, deberías guardar un poquito de silencio.
Las aves llegan al paraíso volando
no platicando.

Pero tú no eres ave
y simplemente has sido tocada
por el cielo.




Para Ramón, que al final de tantas palabras
me dice: 
"Gracias por manifestarte como la mujer mágica que eres". 


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