martes, 31 de mayo de 2011

La propuesta

Me pediste matrimonio
en las últimas horas de un mayo caliente,
uno de cuarenta grados.

Estás loco, cómo crees,
te dije en vez de responderte
"niño, gracias por iluminar
los últimos días recorridos
en este tren sin descanso,
lleno de aire y tierra,
de trabajo inexacto,
de puros vituperios y soledad".

Pero soy yo y alguna vez dijeron
que me parecía a Daria
por racional y anti magenta.
Puede ser.

El caso es que hoy mayo
fenece pareciéndome sui géneris:
tú, con tu mochila en el hombro;
yo, con la libreta en blanco
lista para escribir
los próximos doce años de mi vida
a ver qué tan atinado fue
haber rechazado tus días de cama batida,
viajes en metro,
días de encierro a causa de heladas,
comidas preparadas en el micro
y un perro azul (imagino que sería azul)
atisbándonos el oído
durante nuestras peleas maritales.

Porque lo cierto es
que la duda
es el otro destino que se elige
y es en la duda
donde muchas veces habita un rojo tambor
(como esto que me tiembla
entrada la noche
y no había vibrado
desde pasado un siglo completo).
Para A. S.

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