Verte a la distancia me vuelve vulnerable,
ojos,
y no hallo si mentir la forma
con velocidades que licuefactúan mi alma
endulzando el inmenso carpe diem
que me resta porque no está tu mirada,
o fugar la densidad
del lastre que implica la espera,
noche a noche
y cada mañana,
azul delirio,
momento vivo de mis horas envueltas de tedio
humano divino en el ombligo de la luna.
Hasta no verte,
hasta no tocarte,
hasta no sentirte,
hasta que no me hables
y me desgarres en caricias formidables,
volveré a creer que hay un destino
o una palabra galáctica, filosófica
que una por un instante
tu alma con mi alma.
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