Hay días en los que el viento se desata
y rompe en el silencio
de una charca de agua impura y salada.
Hay otros días en los que la lluvia desalmada
cae como escupitajos
en el pozo de un alma desvecijada...
Y hay otros tantos en los que las lunas de plata
se fragmentan de a poquito
enmedio de una tierra seca y desesperanzada.
Pero hay otros días
en los que sale el Sol de la nada
y envuelve los sueños
y los convierte en la llamarada
que todos llaman vida
pero que yo le llamo sangre violeta azucarada.
Elixir de una promesa a un futuro incierto
respiro profundo de aire de barro húmedo
que promete volver
una vez el corazón esté bien puesto
En el centro de nuestro propio universo
en el epílogo de nuestros desfallecimientos
y en el prólogo de nuestros sueños más etéreos.
Habemos quienes vivimos cada uno de estos días
sopesamos sus noches
e imaginamos nuestras vidas
vendidas, apostadas, empeñadas
a cambio de uno de los gloriosos días
en los que el Sol aparece como granada
y retumba fuertemente en nuestras mentes
en nuestras almas
en nuestros corazones, nuestras pieles
y en nuestras esperanzas.
En la esperanza de volver a vivir sin prisas
la oportunidad de grabar en el recuerdo infinito de nuestras vidas
la experiencia de poseer en la mano
un día de Sol iluminado
dulce, envalentonado
fuerte, alegre...
Simplemente soleado.
(Y hoy vendí mis dolores
empeñé mis quejumbres
y aposté mis errores
y a cambio, hoy vivo uno de esos placeres de 24 horas
eterno, limpio, enterito
Un día de Sol soleado
el mejor de los últimos vividos
al que tanto había yo esperado).
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