A ella, la que nadie le puso atención
a ella, la que nunca dejó escuchar su oración
a ella, la que dejó sus anhelos lavarse en blanca pasión
a ella, la que sólo sabía lo que era tener por romántico a un corazón.
Esa mujer que danza y le recita a las piedras
enclaustrada tiene a una niña que le implora le deje partir
pero nunca sucederá tal cosa, pues la niña crece entre la hiedra
de un pasado no marchito y un futuro que no ha de salir.
A ella, quien nunca danzó a los ojos del exterior
es la misma que sueña con un futuro ensoñador
donde las hadas y las comodidades aliviara el tumor
de lo incierto y lo desconocido
de las ganas de amor y el contacto con el temor.
Injusta fue la vida que le dio belleza
sensibilidad y estética por este mundo andar no pueden con ligereza:
las garras de la selva las atracan y las convierten en inconexas piezas
y les quitan el brillo y la mágica viveza
con la que lo real acaba y lo imposible empieza.
A ella, a la que nadie quiso atender
perdieron la oportunidad de apreciar y entender
al suelo que no es, al mar que no se toca:
el juicio prematuro la consideró una loca.
A ella, a la que le digo hoy un te escucho
le confieso que la distancia que hay entre el a veces y el mucho
se ha convertido en agujero grande, y en sus adentros lucho
porque su locura sea liberada
y danzar por entre las espinas vuelva emocionada:
A ella, que no es de esta tierra
las espinas del mundo no le hacen nada.
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