viernes, 27 de junio de 2008

Danzón

La brisa y las olas del mar
provocan a la gente que habita en ellas
unas inmensas ganas de bailar.

En la pista hecha de madera y cubierta de sal
almas abrazadas dejan a un lado su instinto animal
y por unos momentos se convierten en algo especial.

Es la música que mueve su sangre
y al solitario hace lanzar un breve gemido a las aguas del mar
despojándose de toda tristeza cuando comienza a danzar.

El primer paso lo da ella
al ser guiado su bailar por la luna llena.

Al segundo paso sigue el solitario la huella
del aroma que dejó la mujer bella.

El tercer paso les otorga una tregua
para que las palabras etéreas digan sus lenguas.

Son pasos cortos, queditos y cadenciosos
los que han unido los pasajes amorosos
que se mantienen unidos por la sencilla razón
que juntos están por ser el danzón
ése que con su sensualidad los hipnotizó.

Fue la música vibrante hasta las venas
la que al solitario mitigó sus penas…

Y en la pista aquella pareja revivirá
una y otra vez bajo el olor de la madre selva
lo bello de hacerse a la idea
que la gente fascinada su danzar vea
pues al bailar ambos su amor se entregan.

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