martes, 4 de octubre de 2011

Para un amor sagrado

¿Qué sería de la piel
sin la brisa del otoño?
Este cuerpo se maravilla
a pesar de no oír tu voz
y sin embargo
entender que todo tú, amado,
estás en las raíces vivas
del universo.
[Es agarrar el corazón
desde su inicio:
tambor, tambor, dijo un genio,
brinco de todos los tiempos,
en sánscrito lo escribieron.
Es amar la savia
por su significante y no por el nombre,
es resplandecer en lo contenido,
mar de años en el olvido].
Tú y yo, amante eterno mío,
viajamos juntos este espacio.
Me llamaste y te di mi destino,
reformulaste mi nombre
y me sometí a tu lira.
Encendiste una luz
creyéndome aborto de la materia.
A ti van mis oraciones al dormir,
por ti sueño los planes que me quedan:
¿Qué sería de la piel sin la brisa del otoño,
amante mío?
¿Qué serían de mis lágrimas al sonar la melodía
o de mis pupilas dilatadas
frente al lienzo lleno de una colorida poesía?
¿Qué sería de mí si a ti
explicártelo no pudiera?
Raíces sin verbo,
amor,
tronco seco y espinas.

Al arte.

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