domingo, 13 de febrero de 2011

Ciudad Carmesí

Oh, mujer,
que crees que la libertad
proviene del carmesí de tu labial,
ojalá que algo más supremo que tu sombra
te proteja a la hora de la revelación:

La ciudad que creaste desde ti y para todos tus reflejos
es una nube desapareciendo
en la oscuridad de la noche.

Está sitiada. Muñequitos de cristal custodian sus muros.
[Porque te erigiste en una torre
creyendo ser princesa].
De agrio merengue son sus paredes.

Muérdete los labios mientras disciernes
lo iluso de la ilusión.

Mientras, te sigo contando
que veré tu ritual desde mi ventana roja.
Grabaré en mis ojos el negro de tus ojos saliéndose por los párpados.
Presenciaré cuando vistas de metal
esa ansia tuya
por controlar la imagen colectiva
que te conoce desde que naciste
[y te verá morir también].

Escupiré en ella por ti
como huyendo de este destino acromático
[y sabiendo por adelantado que no podré].
Maldeciré
tu terquedad
y mi mala suerte
hasta quedarme dormida y despertarme anciana.

¿Por qué creíste,
diva sin nombre,
que eran todos estos días el tiempo de la resurrección?
¿No te bastó saber
que has sido para muchos una vil costilla?

Acaso el culpable fue tu ego
que es más fuerte que tú
y más débil que aquello
invisible,
invencible,
intocable,
pero que nos mira y nos dirige,

marioneta curvilínea de acento dulce.

Oh, mujer,
que crees que la libertad
provenía del carmesí de tu labial,
ojalá que algo más supremo que tu yo chiquito
guarde memoria de lo que un día no fue.

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