Tus ojeras me recuerdan
el salto del niño
el grito del joven
el agitar de tu edad adulta
En tus mares grisáceos
otrora verde olivo
me siento tranquila:
comparto contigo
el anhelo, la sabiduría
mi preñez anticipada…
tu mágica escultura
de una inspiración que no descansa.
Dentro de los huecos
a mitad de tu cara
yo te rastreo, consigo oler mi mirada.
Tu carcajada me aspira
y yo me dejo absorber.
Me entrego en cuerpo y alma:
para amarte, con los ojos abiertos
cerrados, enmudecida y embravecida
no hay tiempo ni espacio:
no necesito esperar el anochecer
de tus días y mis horas.
De tus anhelos y tu timidez.
miércoles, 16 de abril de 2008
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