Atrapa el perfume del invierno,
pásalo por tu piel,
que nada interrumpa el crecimiento
de su semilla en tu dermis.
Oí algo hablándome aire.
Eras tú, viento,
lo que confundía con la añoranza al correr en pos de todos mis hologramas reunidos.
Atrapa el perfume del invierno.
Así lo hice y una tarde rojiza invadió mi templo.
Era pasión lo que ebulló dentro de mí.
Te he añorado tanto,
le dije.
Me has confundido con la alegría de abrir los ojos.
Como un cometa, pasó su fuego en la primera capa de mi cuerpo.
Me sentí una cebolla sin piel,
nuez de corazón a prueba de insultos del destino.
Atrapé el perfume del invierno.
Su viento trajo recuerdos inatrapables
al umbral de mi puerta cansada.
Que lo inasible sea por siempre
una fórmula mágica para construir un mundo alterno.
Uno donde me mantenga yo a ras del amargo llanto.
Recé, mientras perfumaba con su aroma
estas letras.
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