lunes, 24 de febrero de 2014

Meterás la luz
por el resquicio eterno
donde un hombre se vuelve eco de su hembra
y ella es parte del magma
con el que fue tallada su costilla.

Arderé en ti, de ti
piel de durazno mordido por tu boca.

Mi seno gritará
el desprendimiento vertical del pezón
en tus otras manos tibias,
las escondidas para tocarme
y vencerme y encenderme y exhalarme
como un conjunto de piedra antigua
convertida en la dulce sombra que dibujan las cenizas.

Tendré un coxis para repensar el fuego
y otro más
para sostener mi dolor arqueado
apenas te dirijas al origen del sexto sol
y mis huesos comprendan
que la elasticidad de su tiempo
se deben a tu fuerza
y no a mi albedrío.

Dime si estoy bien para atacar al mundo
con sus errores de hiedra silente.
Dime, si he cubierto las virtudes
para entregarme después de amarte a ti y tomada de tu mano
al corazón del universo.


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