sábado, 9 de julio de 2011

Trapos

Qué soledad, la de los trapos viejos,
qué soñarán, las turgencias viejas de estos objetos
sobre las cascaritas de pared.
O es que acaso ellos no platican sus pudores
a las camisetas nejas.

Qué pintura puedo darles, nylon, poliéster, algodón,
que no sea esto:
un ojo en la palma de la mano,
una mano en la palma de una playa invisible al ojo.
El dibujo de un somnoliento mercader.

Tal vez, los testigos de una lavada multiplicada:
espuma de la mañana,
tallado intenso del mediodía,
enjuague al anochecer,
ciertas calles observadas por las microfibras durmientes
en las esquinas ocupadas de cajas
peregrinas junto al altero de palabras
de todo eso que ya fue.

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