La impronta de tu pie sobre la carne del mundo,
o dame algo que no te asuste,
blanca, espuma afuera de tu labio eterno, supernova naciente.
Algo para cambiar otra vez mi nombre,
creyendo firmemente en el valor
de la poesía danzante
-o yo lanzo la primera de mis veinte manos
a favor de un núcleo de saliva nuevo-.
martes, 19 de julio de 2011
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