Todos los hombres sordos
con sus caminos resurcidos
y el lonche tibio
más que de fuego, de pasado.
Todos los hombres que pudieron ser sabios.
Mejor todos los niños chillones
sus gritos como alcancía para mi jubilación
sus manos sucias sin nada
porque saben que no habrá nada al crecer.
A ambos los amo.
En ambos me reconozco
y floto y luego duermo
y también escribo pies de foto
para cuando sea vieja y ciega
y no recuerde quién fui
porque una decide suprimir la amargura
en las calles y en el aire
porque una ha de elegir hablar de sol
y de amor verdadero
aunque afuera la asalten las púas.
Todos los días son de abril
y ahí yo me desenvuelvo.
miércoles, 7 de enero de 2015
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