lunes, 30 de enero de 2012

Homenaje

De diez años para acá, padre
ya no te juzgo la distancia
ni reprocho las canciones o los libros
que dejamos de comentar.

Aprendí a ser fuerte con tu voz hecha agua,
tu mano de viento,
tu inteligencia de sol.

Fui capaz de transformar tu vida
en mi propia máxima:
el amor es un ser poderoso
que rige el albedrío de dos seres
que se llaman con la mente e iluminan la Tierra
con sus llamas,
y no existe más mundo ni más gente
tan solo la fuerza de un país de besos
retumbando
en el perímetro de las caricias
en la música de las pinturas naturales
en el misterio del silencio
y la insistente intromisión de la palabra.

A diez años de tu partida, Miguel
te reconozco valiente y libre
y procuro serle fiel
a los planes que te conté
cuando ya no oías ni hablabas.

Diez años para reconstruirte
a partir de tus cenizas.
Te agradezco tu consejo asistiéndome
las madrugadas.

Descansa en paz, viejo,
ya son muchos días. Que el mineral de tu hueso
sirva
para engendrar otras flores o galaxias.

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