Fue el psicotropismo del arcángel ajeno de mis neuronas
tal vez el verano
el impulso felino de mis piernas,
la copiosa soledad ataviada de un anónimo nos.
Hoy, la diáfana tela acaricia
los resquicios de una cordura
más marginada que aquel ritual atávico olvidado
en el lienzo de Tanguy.
Ya puedo tentar el ridículo,
me hormiguea la soledad en medio de tantos sin apellido divino.
Restriego mi nombre contra mi sombra y aprieto mis hombros.
He sido un mal sueño.
Desperté la omisión y el miedo en el otro
queriendo morir mi lastre fecundo.
Hacer la resurrección apareada cantando apologías al desencanto
desenredar lo pintoresco de aquella urbe
en el jugo dialogado de dos olvidados recién nacidos...
Fue el psicotropismo del arcángel ajeno de mis neuronas
tal vez el verano diluido y a distancia.
Hoy, la soledad que en octubre me avanza
me ubica en la realidad de aquello que no acepto
no soñé ello
y me lo gané como el tesoro más bendito
otorgado por el Cosmos
a cambio de la infertilidad de mi tierra magenta.
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