Entendía al amanecer
como el pasatiempo de una virgen
deshojando un crisantemo naranja.
Ella lo trenzaba en las nubes hasta las siete de la mañana.
¿Hacia dónde se dirige el viento
proveniente de la boca de dios?
Se instala en los cabellos de las nubes de octubre,
enrojece los ojos de quien platica con él
e inunda el corazón de los árboles que dormirán muy pronto.
Quise igualarlo.
Sólo pude reconocer que mi brazo izquierdo será sólo hierba de julio;
el derecho, el bolígrafo del cuaderno de visitas de un museo silente;
mis pestañas, nubes tenues visibles
en un avión póstumo procedente de otro país;
mi boca, un río juguetón que no verá las plantas de mis nietos correr
pues sólo habrá aire y su carne estará distante;
y mi cabello, los límites
entre el mar devorador de galaxias cercanas
y el cielo lloviendo las cenizas de mis padres,
mis abuelos y lo que he sido en esta vida.
Y he sido nada,
como un átomo de la estrella más lejana
de este fragmento de cosmos.
Una suerte de polvo volador
condensado en este paralelo semidesértico.
Entendía al amanecer
como el pasatiempo de una virgen
deshojando un crisantemo naranja.
Tal vez en otra vida intenté hacer lo mismo.
Ahora que mi humanidad ha sido sobrepasada
por todo lo que me nombra y no me pertenece aún siendo mío
me conformo con abrazar el aroma
de la fragilidad del corazón y la música.
miércoles, 20 de octubre de 2010
lunes, 18 de octubre de 2010
Egos papelizados
El papel cobra vida
se posesa del nombre de quien los pare
después de las siete.
Anchos, largos, pequeños y altos
de cuché o albanene,
viajan todos a aquella ciudad artificial de un mismo trazo
afilan sus lenguas fuente
para las sangrías del contrario morder ferozmente.
Es el cohecho de los egos papelizados,
sacramento que brinca de la hostia al lomo
y del lomo a la silla ergonómica que los sostiene.
Los miro,
tinta azul en mis córneas.
Proclamo en silencio y libremente:
"Bienaventurados aquellos cuyos nombres ya resaltan:
ellos no sienten más
el temor que sintió mi pluma
cuando servía de escalpelo a los sentidos
ni el vacío que hospedó a mi cuerpo
tanto tiempo
hasta desembocar en este viaje
que ha ungido a mi autonomía
como apta para nadar entre las olas bermejas
de este lugar policondominado de luces dispersas que me abraza
y le da un trozo de tierra
a mi solitario reino".
se posesa del nombre de quien los pare
después de las siete.
Anchos, largos, pequeños y altos
de cuché o albanene,
viajan todos a aquella ciudad artificial de un mismo trazo
afilan sus lenguas fuente
para las sangrías del contrario morder ferozmente.
Es el cohecho de los egos papelizados,
sacramento que brinca de la hostia al lomo
y del lomo a la silla ergonómica que los sostiene.
Los miro,
tinta azul en mis córneas.
Proclamo en silencio y libremente:
"Bienaventurados aquellos cuyos nombres ya resaltan:
ellos no sienten más
el temor que sintió mi pluma
cuando servía de escalpelo a los sentidos
ni el vacío que hospedó a mi cuerpo
tanto tiempo
hasta desembocar en este viaje
que ha ungido a mi autonomía
como apta para nadar entre las olas bermejas
de este lugar policondominado de luces dispersas que me abraza
y le da un trozo de tierra
a mi solitario reino".
Psicotropismo
Fue el psicotropismo del arcángel ajeno de mis neuronas
tal vez el verano
el impulso felino de mis piernas,
la copiosa soledad ataviada de un anónimo nos.
Hoy, la diáfana tela acaricia
los resquicios de una cordura
más marginada que aquel ritual atávico olvidado
en el lienzo de Tanguy.
Ya puedo tentar el ridículo,
me hormiguea la soledad en medio de tantos sin apellido divino.
Restriego mi nombre contra mi sombra y aprieto mis hombros.
He sido un mal sueño.
Desperté la omisión y el miedo en el otro
queriendo morir mi lastre fecundo.
Hacer la resurrección apareada cantando apologías al desencanto
desenredar lo pintoresco de aquella urbe
en el jugo dialogado de dos olvidados recién nacidos...
Fue el psicotropismo del arcángel ajeno de mis neuronas
tal vez el verano diluido y a distancia.
Hoy, la soledad que en octubre me avanza
me ubica en la realidad de aquello que no acepto
no soñé ello
y me lo gané como el tesoro más bendito
otorgado por el Cosmos
a cambio de la infertilidad de mi tierra magenta.
tal vez el verano
el impulso felino de mis piernas,
la copiosa soledad ataviada de un anónimo nos.
Hoy, la diáfana tela acaricia
los resquicios de una cordura
más marginada que aquel ritual atávico olvidado
en el lienzo de Tanguy.
Ya puedo tentar el ridículo,
me hormiguea la soledad en medio de tantos sin apellido divino.
Restriego mi nombre contra mi sombra y aprieto mis hombros.
He sido un mal sueño.
Desperté la omisión y el miedo en el otro
queriendo morir mi lastre fecundo.
Hacer la resurrección apareada cantando apologías al desencanto
desenredar lo pintoresco de aquella urbe
en el jugo dialogado de dos olvidados recién nacidos...
Fue el psicotropismo del arcángel ajeno de mis neuronas
tal vez el verano diluido y a distancia.
Hoy, la soledad que en octubre me avanza
me ubica en la realidad de aquello que no acepto
no soñé ello
y me lo gané como el tesoro más bendito
otorgado por el Cosmos
a cambio de la infertilidad de mi tierra magenta.
Mancha polutísima
Soy la misma de antes
aquella que lanzó un zapato azul al mar
echó la ropa y no emergió al centro del caos
sino hasta pasado el invierno.
Hoy la luz me aflora en el seco estanque
al ser una entre lo anónimo por millar
hay una probabilidad consecuente a este milagro,
mancha multicolor de rostros cambiantes:
Mancha polutísima, eras tú
Virgen ígnea de los placeres del centro de esta Tierra,
creí serlo, a sabiendas de estar sola,
un minuto alargado
a merced de mis cabellos.
aquella que lanzó un zapato azul al mar
echó la ropa y no emergió al centro del caos
sino hasta pasado el invierno.
Hoy la luz me aflora en el seco estanque
al ser una entre lo anónimo por millar
hay una probabilidad consecuente a este milagro,
mancha multicolor de rostros cambiantes:
Mancha polutísima, eras tú
Virgen ígnea de los placeres del centro de esta Tierra,
creí serlo, a sabiendas de estar sola,
un minuto alargado
a merced de mis cabellos.
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