domingo, 16 de junio de 2013

Estación remembranza

Años atrás,
los dibujos hechos con crayola
una inmarcesible fe
de que algún día llegarías puntual
a la fiesta de mi vida.  

El abandono fue tu heredad.

No hubo roble para apoyarse
caminos alternos para sufrir menos
sonrisa refulgente en el triunfo
abrazo para las caídas en cascada.

Ya no me pesa. 

Los caminos los escribimos con tiza estelar
momentos antes de nacer
y me escogiste tu hija de 140
a la que nunca enviaste 
a comprenderse con las estrellas
y yo mi padre ausente
el más guapo, el más inteligente
el más callado y sabio
bohemio entre olas de encaje
libertario hasta decir basta. 

Han pasado once años
y nada más tengo para ti amor 
una gratitud inmensa:
dejaste la puerta abierta
para descubrirme tu copia
y he llegado donde estoy
por causa de la libertad de tu corazón
habitando una galaxia azul
mucho antes de dejarme una casa. 

Creí amar y sólo fueron escalones
hasta dar mi alma
con el himno de amor de estos días sin tiempo;
no tengo motivos para maldecir al mundo:
la ternura de un Sol me abraza
y soy la misma guerrillera de siempre
ahora vestida de esperanza;
he recuperado trozos de inocencia
en los ojos de los hijos educados
desde mis diecinueve
y no me falta nada
pues mi palabra es mi techo
mi danza y su sinfonía, mi comida
y el corazón de mi ángel, mi paz y mi fuego.  

No me falta nada 
salvo decirte que te amo, papá,
gracias.
Algún día regresaremos 
a platicar de La Jornada
la elección en el amor
(ahora comprendo todo, Miguel)
y esa blanca luz 
llamada libertad.

Algún día la estación remembranza.

Feliz día, ríe en donde estás. 




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