Hermana, yo soy la locura misma
yo soy los cabellos agrestes
las uñas hundidas en el páramo
la falda larga a merced de las mentiras del mundo.
Hermana, yo soy este empleo pardo
estas ganas de escalar de a poco
de un momento a otro
(ocurrió seguro en la segunda mitad de la veintena)
dejé de intentar el aplauso
para sentarme con mi único amante fiel
y es mujer
y se llama literatura.
Hermana, no me importan los carros
los chicos guapos
los créditos a futuro, las pensiones:
muero de a poco
conforme cae la luz veraniega del día
(en mi corazón siempre es un letargo veraneado)
y vivo siempre
en la esperanza del orgasmo no obtenido
y en la pasión del viento tocándome
mansamente.
Hermana, mi sueño es una casa de alquiler
con mis libros.
Hermana, dejé de creer en la justicia
porque es una loción carísima
que no estoy dispuesta a pugnar.
Hermana, mi cabello es mi bandera.
Hermana, mi elección de amor
es una cuestión de mirarme siempre auténtica:
se ama por amor
nada más.
Hermana, el tiempo para mí no existe
nací de ochenta años
hay días que me siento de cuarenta
y otros regreso a los diecisiete.
Hermana, yo soy la bola negra
que ocurre en una de cada mil millones de familias.
Hermana, ya sé que te exaspera mis 140
y mi curiosidad por lo que aún no aprendo.
Hermana, a pesar de que me amas
esperando ver en mí a otra
te quiero
y cuando me hablas así
prefiero recordar
cuando te cantaba las canciones ochenteras
en la ruta del periférico
o cuando me comprabas paletas de fresa
y luego te estresaba
la hermosa mancha rosa
que mamá no sabría lavar.
El amor paterno hacia mí
de los novios que has tenido
y las múltiples caricias hoscas
con las que me levantas en tiempos
de confesarte mi caída.
Hermana, habemos seres extraños
que no intentamos el daño
o la fortuna.
Andamos con el corazón afuera
y no nos importa si cristal o llanta en él.
Hermana, se me acaba el saldo del poema
estoy cansada, he escrito mi quiste
y mi costilla
sabes que eso es igual
a permanecer en la perplejidad
del resto del fin de semana.
Simplemente quise cerrar el día
diciendo que te amo
y no podría entender otra rubia mirada del sol
cuando llegas a casa
doctora abatida o mujer de la nueva ola.