sábado, 23 de febrero de 2013

Poema de un sábado

Este poema empieza
con los párpados secos e hinchados
con las 16:30 en el pulso
y los treinta como un trapo
frente al tocador. 
Este poema así empieza

como seguramente comienza 
la poesía
entre las mujeres solas
o las deshinibidas
o las intranquilas que muy por dentro
se quedaron amando. 

Este poema camina
con las canciones torpes de los veinte
y una lavandería
proyectando amor. 

En eso no quedamos, destino
grita la cuarta estrofa
correspondiente a los primeros treinta
las manos secas
el cuerpo dolorido 
un estómago como fruto podrido
inmolado a los perros. 

Este poema sufre
y se inquieta:
adónde el consuelo, el botón
para confundir al pasado 
la aguja que ha de enhebrar el futuro

Él era mi carne y mi raíz
después, todos, la cascada de espinas 
amansándome el alma. 

Este poema termina con una escoba 
como cada sábado 
o lunes, o viernes
con la esquina destinada a la cuna 
llena de libros
y el arte del silencio cada día 
más desarrollado. 

Este poema termina
en el río de las voces femeninas
hermanadas en el olvido. 

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