Setecientas veinte horas temblando
frente a la urna de la alegría.
Felicidad, mi casa jamás habías habitado
y la sentí de papel y desnuda
y sólamente escribir en sus muros
palabras de viento podía.
Para agradecer tu flor en mi alma
para alimentarte con la pasión
de una nueva vida.
Setecientas veinte horas llorando
frente al milagro de la ternura encendida.
miércoles, 29 de febrero de 2012
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