Blanquecina piel anidando
horas de papeles
Nadie habla
por la tarde sentiré de nuevo miedo.
Y recordaré, que
Yo soy la niña que sale amedrentada del colegio
la cruz pintada de verde tierno
paseándose por las tardes de oficina;
Yo soy la adolescente que durmió mil horas
en vez de besar las tardes,
la infeliz Gertrudis (o Ana o Sarah, da igual)
que mendigó libertad a temprana hora.
Yo soy la escultural princesa de cabellos rojos
etiquetada para el amor frío
que jamás miró mi pecho.
Yo soy la escribiente, la doliente diva
sentada para imaginarse
otros mundos.
Soy la comida sin hacer de mis hijos
el cigarro que me habrá de matar
a los cuarenta.
O el cabello blanco tejiendo la odisea
del Tigre y sus manías
del paraíso y sus puertas cerradas.
Yo soy la mágica, la silente.
A mí no me importa
que me calle el mundo,
hablo desde otro lenguaje
y así no moriré jamás.
Que la ley divina
me recuerde
y no me deje como mujer bandera
tendida a expensas de las estrellas.